El Poder de la Gotas de Agua

Por: Sandra Veras

Cuenta la historia que de niño, San Isidoro, el gran arzobispo de Sevilla era bastante perezoso. Su madre, que deseaba mucho que le instruyese, le mandaba puntualmente a la escuela, mas este se iba a jugar por las calles y plazas. Pero más que malicia, había en él cierto desaliento, porque experimentaba dificultad en comprender y retener las lecciones. Hasta que un día, vagando según su costumbre, recorrió calles y más calles hasta que llegó a una fuente pública donde vio a una vejezuela cogiendo agua. Se acercó a ella y empezó a charlar. De pronto se fijó en una losa de porcelana que rodeaba la fuente. Pero esta losa, además de despintada y enmohecida estaba traspasada por unos pequeños agujeros en varios lugares. El pequeño Isidoro, siempre tan curioso preguntó: - Perdone señora, ¿Quién ha hecho esos hoyitos tan curiosos? - Las gotas de agua que caen de las vasijas- ! le respondió ella. - ¿Las gotas de agua?- replicó maravillado el chico. -¡Sí, las gotas de agua! Una gota es poca cosa, pero a fuerza de caer y golpear siempre las gotas sobre un mismo lugar traspasan hasta las piedras, como ves. Este diálogo fue para Isidoro un rayo de luz, o, como diría más adelante, una gracia de Dios. Si la gota de agua, a fuerza de caer, perfora hasta las piedras, pensó, ¿no podré yo a fuerza de repetición y estudio adquirir la ciencia? Y en efecto, desde aquel día nunca faltó a clase, estudiaba de día y noche, y cuando le asaltaba el desaliento recordaba los agujeros de la losa y la respuesta de la mujer. Y llegó a ser uno de los hombres más sabios de su tiempo y uno de los mayores padres de la Iglesia. Esto es lo que hace la constancia. No es la fuerza, el poder, ni la brutalidad lo que destruye las piedras. Es la constancia. Esas pequeñas gotitas, a primera vista inofensivas, casi indiferentes y de hecho insignificantes, tomadas de una en una, no son nada. Pero a base de repetición y constancia son capaces de acabar con todo. Y esta constancia es lo que forma los hábitos. Los hábitos son la llave secreta para abrir dos puertas. una buena y otra mala. De la puerta de los malos hábitos encontramos los vicios. Pero de la puerta de los buenos hábitos encontramos todas las virtudes. Los hábitos son la llave secreta para el éxito o para la ruina. La repetición de actos, como las gotitas parece que no tienen ni color, ni fuerza y de hecho es así. o mejor dicho aparentemente es así. Basta pensar en aquella fuente de San Isidoro. Seguramente al inicio la piedra estaba como nueva, impecable, fuerte, resistente... como muchas de nuestros defectos, pero bastó una pequeña gotera, un pequeño esfuerzo, casi insignificante como una gotita de agua para que con la fuerza, no de la gota, sino de los hábitos, para que pudiera destruirla. Por eso, si nosotros queremos destruir un defecto, un problema o si queremos conquistar una meta, construir un ide! al, no hay mejor arma que la de las gotitas de agua, la de los hábitos, constantes, silenciosos pero poderosos.

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