Por el Dr. Miranda
Un Aporte de Sandra Veras
Job era un verdadero hombre de Dios, íntegro en sus caminos. No se le podía
encontrar nada malo. Dios lo había bendecido en una manera gigantesca. El libro
de Job nos relata que el diablo le dice al Señor: “Sí, Job te bendice y te
sirve porque Tú le has dado todo: riquezas, hijos, prosperidad, gran
reputación. Ahora quítate algo de eso a ver si no te maldice”.
Y ustedes saben la historia, comenzó la prueba en la vida de Job; perdió
todo su dinero, después perdió todos sus hijos. Finalmente, su salud. Pero Job
se mantuvo firme en todo momento y aun cuando su esposa misma le dijo: “Ese
Dios que tú tanto sirves no sirve para nada. Maldícelo y muérete ya”. Y estas
son las palabras de Job en medio de su gran pérdida y tribulación: "Yo sé
que mi Redentor vive."
Me impresionan esos “yo sé” que aparecen en las Escrituras. Hay muchas
veces que la Biblia dice así: “yo sé”. (Un ejemplo: “porque yo sé a quién he
creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito para aquel
día”).
Y es como tirar una piedra a la misma frente del gigante. Es un “yo sé”
desafiante. Es un “yo sé” que dice: “¿Sabes qué? aunque yo esté pasando por pruebas
y dificultades, aunque todo no me vaya bien, aunque la higuera no florezca,
aunque mi mente misma lo niegue, yo sé que mi Dios está al otro lado de esa
tragedia, yo sé que el sol está detrás de esas nubes, yo sé que viene el día de
mi redención, y mientras tanto yo no me voy a dar por vencido. Voy a mantener
mi confesión, voy a creer que Dios es bueno, que Él sabe lo que hace”.
En ocasiones, tendremos que hacer una declaración audaz. Muchas veces usted
va a tener que pelear contra sus emociones, contra su cerebro mismo, contra su
biología misma que se rebela contra ese Dios que usted piensa como que "no
me escucha, no se preocupa por mí, no es tan fiel como Él dice que Él es".
Usted tiene que imponerse sobre eso y mantener su confesión y seguir buscando
de Él. Quién sabe si en esa última oración que usted cree que ya es la última
que va a decir para ya sí darse por vencido venga la bendición en ese momento.
A veces Dios espera hasta la hora de la madrugada más densa para entonces
contestar nuestras oraciones. Mantén tu confesión, y Dios te dará la victoria.
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