«TODO ESFUERZO TIENE SU RECOMPENSA»

(Un Mensaje a la Conciencia)
Ya había ganado Alexandre Vinokourov, de Kazajstán, la undécima etapa del Tour de Francia 2005 de un modo impresionante. Después de escalar algunas de las montañas más imponentes con gran ritmo y confianza, se había recuperado de un problema mecánico en el último descenso para luego atacar a 250 metros de la línea y vencer a su único rival, el colombiano Santiago Botero. De ahí en adelante el temerario kazako había competido con el arrojo necesario para ocupar el sexto lugar en la clasificación general al término de la penúltima etapa. Ahora sólo faltaba la etapa final, la de la victoria para los mejores clasificados, como él.
Pero Vinokourov no estaba satisfecho con el sexto lugar. De ahí que fuera el primer ciclista que se lanzara al ataque en esa última etapa aun antes de la llegada de los corredores a París. En la primera meta volante, se impuso sobre el rival que más tenía que perder, el estadounidense Levi Leipheimer, que le llevaba sólo 2 segundos de ventaja en el quinto puesto. Con esa victoria Vinokourov le descontó 2 segundos de bonificación a su contrincante, pero esos 2 segundos lo dejaban aún a 3/4 de segundo de desventaja, de modo que Leipheimer seguía ocupando el quinto lugar en la competencia. ¡Después de 3538 kilómetros de recorrido del Tour, sólo una fracción de segundo separaba a los corredores en los lugares quinto y sexto, a menos de 70 kilómetros de la meta en la capital francesa!
Como estaba lloviendo cuando llegó el pelotón a París, los directivos del Tour decidieron detener el cronómetro de la carrera. Por consiguiente, los otros corredores se despreocuparon del tiempo; en cambio, Vinokourov hizo caso omiso del anuncio oficial. El obstinado kazako tenía un asunto pendiente que resolver. Cuando faltaban menos de 1500 metros para la meta, Vinokourov y el velocista australiano Brad McGee lograron sacarle una insuperable ventaja al pelotón, y a escasos metros de la línea el indómito kazako se impuso en el sprint final.
¡Vinokourov mismo no lo podía creer! Había obtenido su segunda victoria de etapa, ésta en los famosos Campos Elíseos, triunfo con el que sueña todo ciclista del mundo, y como premio a su incansable esfuerzo había obtenido también otros 20 segundos de bonificación, con los que se había adjudicado el quinto lugar en la clasificación general individual, sobrepasando ahora sí con amplio margen a su rival Leipheimer. ¡Misión cumplida!
Al marcar esos segundos de diferencia en el cronómetro del Tour ciclístico de mayor renombre del mundo, Vinokourov demostró una vez más que los grandes esfuerzos valen. Tales esfuerzos marcan diferencias importantes que se contarán, como hazañas legendarias, a las generaciones venideras.
Por eso el sabio Salomón, que parece dudar de este principio en el libro de Eclesiastés al hacer la interrogación retórica: «¿Qué gana el hombre con todos sus esfuerzos?», 1 despeja toda duda al respecto en el libro de los Proverbios con la sentencia: «Todo esfuerzo tiene su recompensa».

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